
Código Rojo. La ruleta rusa de las trampas ocultas
En Córdoba parece muchas veces que vivimos, caminamos, respiramos, dormimos en medio de bombas de tiempo que pueden detonar en cualquier momento. Y, si no pasa, es por el destino.

Mientras la Municipalidad de Córdoba, tras una orden judicial, exhortó a los responsables del edificio que tuvo el colapso para que resolvieran qué van a hacer con la pared que quedó pendiendo prácticamente de hilos y broches, avanza la investigación.
En el pronóstico judicial, se vislumbran imputaciones que girarían entre el homicidio culposo y lesiones, y el estrago culposo, cuanto menos.
El trágico derrumbe en barrio Güemes, causado por un revestimiento de ladrillos que se desprendió, es el último capítulo de una preocupante secuencia que se viene repitiendo en Córdoba desde hace años: las tragedias que detonan en espacios públicos y privados por trabajos al parecer mal ejecutados.

Trampas que estaban allí –muchas veces ocultas, otras no tanto–, pero a la vista de quienes debían controlar. Trampas que se permitieron por no hacer y por dejar hacer.
De un lado, particulares o emprendedores que ejecutan proyectos presuntamente sin cumplir todas las normas.
Del otro, estamentos oficiales que deberían velar por la seguridad y que suelen llegar tarde.
Qué decir del trágico incendio y derrumbe ocurrido hace tres meses en una pensión irregular que existía a la vista de todos en barrio San Martín. Hubo dos muertos, heridos y daños.
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Qué decir de la explosión del gasoducto en Villa María en medio de la obra por la Circunvalación. Una cuadrilla, con responsables detrás, realizó una excavación sin dimensionar que había un caño de gas subterráneo. La deflagración quemó viva a una familia. Hubo dos muertos, heridos y daños.
Qué decir de la pizzería de avenida Fuerza Aérea que, no hace tanto tiempo, voló por el aire al explotar un tubo de gas al lado de un horno. Los vecinos habían alertado. Hubo víctimas y daños.
Qué decir de Sergio Raponi y su fábrica de químicos que voló por los aires hace una década en Alta Córdoba. También hubo muerte, heridos y estragos.
Los casos se acumulan y se superponen. En otros episodios, la fatalidad siguió de largo por muy poco.
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En este descontrol en Córdoba, hay que agregar las tragedias causadas por trampas ocultas por culpa directa del Estado. Trampas que tampoco se evitaron, pese a alertas vecinales.
Tuvimos postes electrificados en plazas donde se electrocutaron chicos, semáforos que se cayeron y dejaron dramas varios, cráteres callejeros que se fagocitaron vidas de motociclistas, veredas rotas que dejaron chicos y ancianos heridos. ¿Y las rutas mal mantenidas?
Córdoba parece ser una ruleta rusa con tanta trampa oculta.
Por estos lados, parece muchas veces que vivimos, caminamos, respiramos, dormimos en medio de bombas de tiempo que pueden detonar en cualquier momento. Y, si no pasa, es por el destino.
Muchas de esas trampas emergen con voracidad cuando se registra un fenómeno natural y la tragedia estalla de lleno enfrente nuestro, pese a que se podría haber evitado tras alertas previas o controles mal hechos.
Luego sobrevienen el lamento, la bronca, la indignación y las promesas de algunos de “llegar hasta las últimas consecuencias”.
En este cuadro, la Justicia que tantas veces termina señalando todo como un simple hecho culposo.
Se acusa (y se condena) por negligencia o imprudencia y se deja de lado una acusación más seria (y en serio) como el dolo eventual. Es decir: se sabía que algo malo podía pasar, pero se siguió adelante y lo malo pasó.
Sólo en la causa Raponi hubo condena por dolo y el empresario de la explosión hasta fue a una celda.
Ya que hablamos de Justicia, cuántas condenas por bombas de tiempo no evitadas terminaron con severas y justas condenas civiles contra el Estado. Sentencias indemnizatorias que fueron y son enfrentadas por vecinos. Una burla que nos recuerda el mundo donde vivimos.
Y llegamos al capítulo final y a un inquietante fenómeno en expansión: las cada vez más reiteradas muertes de trabajadores –de distintas actividades– en obras privadas o estatales.
Una silenciosa y constante serie de desgracias también allí, en emprendimientos muchas veces flojos en seguridades, convertidos en trampas y a la vista de cualquiera.