
Narcotráfico. Condenaron a célula cordobesa que reclutaba a personas como “mulas sonrientes” para llevar cocaína a Europa
La jueza Prado impuso penas condicionales. Uno de los culpables arrastra un largo prontuario.

Liderada por un delincuente desde la cárcel de Bouwer, en la periferia sur de la ciudad de Córdoba, la célula local de una banda criminal internacional dedicada al tráfico de cocaína de América latina a Europa recibió condena en la Justicia federal de este distrito.
Llegó a reclutar a personas para usarlas como “mulas”, “educarlas” y hasta pagarles nuevas dentaduras para sortear los controles en aeropuertos centroamericanos antes del salto al viejo continente.
En un fallo unipersonal de la jueza Carolina Prado, el Tribunal Oral Federal N° 2 (TOF2) de Córdoba capital condenó en un juicio abreviado al tucumano Marcos Adrián Aráoz Sanz (43); a su novia, la cordobesa Karen Stefanía Ludueña (36), y a la cuñada de aquel, Ileana “la Gorda” Ludueña (34), como integrantes de una asociación ilícita de narcotráfico.
Una escucha, clave en el desbaratamiento de la cédula cordobesa
De manera inesperada, una escucha judicial por el secuestro del empresario Herminio Eugenio Bionda en Córdoba arrojó pistas sobre el tráfico de cocaína. Los investigadores detectaron en la escucha la posible conexión de Aráoz Sanz (luego absuelto por el secuestro) con el narcotráfico internacional de drogas desde Bouwer.
A partir de ciertos indicios, el fiscal federal N° 1 de Córdoba capital, Enrique Senestrari, puso la lupa sobre su rol y diversas operatorias ilegales. Los pesquisas captaron múltiples diálogos entre el tucumano (con un largo prontuario) y el colombiano Esteban Orlando Espitia Rivera, en 2014.
Ambos, la también colombiana Nazly Izbeth Arroyave Gómez y las hermanas Ludueña quedaron bajo sospecha por el tráfico con la utilización de personas como “mulas” rentadas y reclutadas en Córdoba.
Para asegurar el éxito de las operaciones, requirieron de un doble comando, de punta a punta: Aráoz Sanz, desde Córdoba, digitó el envío de las “mulas”, mientras que Espitia Rivera y Arroyave Gómez, desde España, habrían financiado las estadías de sus víctimas en hoteles, los traslados y los alimentos.
Los colombianos, además, giraban dinero a Aráoz Sanz y Ludueña.

Bajo el dominio de Aráoz Sanz, las hermanas Ludueña reclutaron a personas de baja instrucción y recursos, que debían gestionar “el librito” (pasaporte). Para aumentar la eficacia y disminuir las suspicacias, sometieron a algunas a un mejoramiento físico o cambio de look: desde arreglos de dientes, corte y teñido de cabello hasta ropa nueva para que lucieran como jóvenes turistas de clase media.
Instruían a sus víctimas con un speech que debía ser creíble: desde viajes para encontrarse con un novio o novia hasta visitas a familiares. Debían partir desde Córdoba “absolutamente limpias” (sin drogas), hacer escalas en Brasil, Ecuador, Panamá y Perú, para cargar la cocaína y luego transportarla camuflada en valijas a Portugal y a España, para regresar finalmente a la Argentina.
“Mulas” en Panamá y en España
El riesgoso plan encontró su primer escollo en Madrid. En 2014, Marcelo David Argañarás voló de Córdoba a Ecuador, país productor de cocaína a gran escala. Cayó en la capital española con tres kilos de cocaína en el doble fondo de la maleta. Lo condenaron a seis años de prisión.
Desconociendo la detención, Aráoz Sanz habría tramado amedrentar de forma extrema a la familia de Argañarás para exigir el dinero de la droga (100 mil euros) ante la posibilidad de que la hubiera “mejicaneado” (robado) al llegar a España.
Aráoz Sanz habría contactado a otros internos de Bouwer, entre ellos Héctor “Kiko” Jatib (secuestrador condenado), para “forzar” el cobro del dinero que –presumían– tenía Argañarás. Su novia, Karen, habría contactado a delincuentes para que obligaran a la familia de este a transferirle sus bienes.
Otra de las mujeres que usaban como “mulas” tampoco logró “volar” por debajo del “radar” de las autoridades antes de llegar a Europa. Presa de los nervios, Natalia del Valle Ángeles Marizziotti Zannassaro fue descubierta en Panamá cuando se aprestaba a abordar el vuelo a Ámsterdam y Lisboa.
En las valijas, llevaba más de 40 prendas impregnadas con más tres kilos de cocaína, una práctica muy usual en el tráfico internacional. Espitia Rivera habría contratado a un abogado para que le enviara un claro mensaje: que guardara silencio: “Acuérdese de que usted está acá y su familia está allá”.
La mujer, pareja de un hermano de las Ludueña, renunció al defensor. Habría amenazado con delatar a todos y luego suicidarse para que no la asesinaran. Finalmente, se declaró culpable y fue condenada a cinco años de prisión.
Siempre con la misma modalidad y similar tipo de operatoria, Espitia Rivera habría planificado, incluso, ampliar el espectro narco, ya que en comunicaciones con Iliana Ludueña le encargó reclutar grandes cantidades de “mulas”.

Sucesos
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De esta forma, Ramón Enrique “Keko” o “Colorado” voló a Brasil, donde habría recibido cocaína. Ya en Málaga, lo habrían esperado Espitia Rivera y Arroyave Gómez para apoderarse de la maleta. La Policía identificó al colombiano antes de que los tres escaparan a gran velocidad en un auto.
Como Marizziotti Zannassaro, Julieta Ayelén Alfaro (presunta “mula”) nunca llegó a Europa. Antes de tomar el vuelo a Río de Janeiro, en Ezeiza habría sido “alertada” de que le controlarían el equipaje. Alfaro se habría asustado por la posibilidad de caer detenida con la droga que recibiría en Brasil, por lo que regresó a Córdoba.
El de Luis Román “Cheo” Gerez (37) fue un caso diferente. Los investigadores advirtieron al fiscal sobre conexiones telefónicas entre “Cheo” y “Esteban” (Espitia Rivera) y contactos con Ruarte y con Karen. Sospechosamente, Gerez usaba otro apellido (el de su madre) y se vestía como mujer.
Tras unir Córdoba-Buenos Aires-Río de Janeiro, “Cheo” arribó a Lisboa, donde las autoridades lo demoraron porque no llevaba dinero, tarjetas ni cartas de presentación. Explicó que “Esteban” le solucionaría el inconveniente para poder llegar a Málaga. Cuando pisó suelo español, la Policía, que había montado vigilancia sobre Espitia Rivera, los detuvo y le secuestró a Gerez ropa impregnada con cocaína. Ese fue el final de la célula cordobesa.
Aráoz Sanz y las Ludueña fueron enviados a juicio como autores de organización y financiamiento del transporte de estupefacientes (anteriormente, el entonces juez Ricardo Bustos Fierro los había sobreseído por trata respecto de las “mulas”).
Pero ahora, en el marco del juicio abreviado acordado entre el auxiliar fiscal Gustavo Yofre y las defensas, el acusador disintió con aquella calificación y la recalificó en asociación ilícita. Consideró que no fueron los encargados de dar las órdenes o que tuvieran un rango superior en la distribución de tareas.
A partir del acuerdo, la jueza los condenó como miembros de esa organización y les impuso a los tres imputados tres años de prisión (en el caso de las mujeres, de ejecución condicional), aunque en el caso de Aráoz Sanz el monto se unificó en cuatro años y medio con una condena anterior.
Fallo de la jueza Prado
La magistrada dio por probada la existencia de la célula cordobesa del tráfico internacional (Aráoz Sanz y las Ludueña reclutaban y preparaban a las “mulas”), la célula latinoamericana (que operaba en Panamá, Ecuador, Perú y Brasil, manejada por personas no identificadas que entregaban a las “mulas” la droga) y la célula española (integrada por Espitia Rivera, Arroyave Gómez, quien coordinaba los viajes, rutas aéreas, alojamiento, transfería fondos a la parte cordobesa para gastos y recepcionaba a las “mulas”).
“El accionar de los acusados tuvo lugar en el marco de una organización operada desde Argentina por Aráoz Sanz, Karen e Ileana Ludueña y, desde el exterior, por Espitia Rivera, Arroyave Gómez (…). Esta organización se conformó, de acuerdo a lo probado, con la finalidad de traficar estupefacientes desde América latina hacia Europa, valiéndose para ello de la captación en nuestra ciudad de personas y su traslado aéreo a Europa, con escalas en diversos países latinoamericanos”, resaltó Prado.

“A tales personas se les encomendaba la tarea de recibir, en los países de escala y de manos de miembros no individualizados de la organización, cocaína que era camuflada dentro de su equipaje, para luego continuar sus vuelos hacia destinos finales tales como Portugal, España y Ámsterdam, donde los esperaba Espitia Rivera, o quien él designaba, para entregar el estupefaciente y retornar a la Argentina en vuelos que este les proveía”, subrayó.
Las Ludueña y Aráoz Sanz recibieron tres años de prisión. Pero a diferencia de las mujeres (condicional), el tucumano purgará de modo efectivo cuatro años y medio por la unificación de montos entre la actual y la anterior (un año y ocho meses de prisión por lesiones doblemente calificadas, violación de domicilio y daño).
Por su parte, Espitia Rivera y Arroyave Gómez no fueron enviados a juicio, pero siguen imputados por presunta organización y financiamiento para el transporte de estupefacientes.